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La mujer, la tribu, la religión, la sociedad y el Estado
Ahmed Hijazy
Habíamos dicho en otro artículo que muchas tradiciones religiosas contemporáneas tienen sus raíces en las prácticas tribales anteriores a la aparición de las religiones monoteístas. Lo curioso en este tema es la flexibilidad del culto y la integración que tenían estas religiones en el momento de su nacimiento, quizá dicha flexibilidad tuvo que ver con la necesidad de convencer a la gente en sus conjeturas acerca de la vida, la muerte, el Dios, el origen del ser humano y el ideal de su existencia. Así, para una buena aceptación de las nuevas escuelas o religiones, los profetas no tenían por qué no flexibilizar sus visiones e, incluso, adecuarlas a su tiempo y al entorno en el que se encontraban.
En sociedades tribales de estructura “complicada” y funciones sociales concretas, no parecía ser fácil predicar las nuevas ideas sin un medio teórico tolerante que facilitara la buena aprobación de las nuevas devociones. Por ello muchas tribus de los nuevos creyentes empezaron a mezclar los ritos de la nueva religión con sus tradiciones y costumbres (difíciles de abandonar de una vez) para adecuarse al conjunto de los nuevos conceptos. Tampoco para los profetas, como demuestra la Historia, hubo inconvenientes para rechazar tales mixturas entre tradiciones y ritos religiosos.
Un ejemplo clave para entender lo que acabamos de decir, es la lapidación misma que durante muchos siglos ha ido convirtiéndose en una práctica atribuida a las religiones. Resulta curioso que la lapidación existiera ya entre las antiguas tribus mediterráneas, siglos antes de la llegada de las religiones monoteístas. Con la aparición del Judaísmo, esta práctica no fue abolida, sino que siguió siendo aplicada y más tarde, con la ayuda de las tendencias más radicales del Judaísmo, fue presentada con una función religiosa y empleada en nombre de Dios.
Las dos religiones monoteístas, el Cristianismo y el Islam, tampoco abolieron la lapidación, al contrario, la admitieron, aunque de maneras distintas. Y para no ir más lejos, buscando hechos y casos históricos, la literatura de los siglos XIX y XX todavía habla de la lapidación en términos diferentes, sin llamarla como tal, pero contando historias de niños o vecinos de barrio persiguiendo y apedreando a prostitutas. En nuestros días esta práctica no solamente está siendo utilizada por tribus nigerianas, sino también en algunos países cristianos de América Latina, donde las prostitutas están siendo perseguidas a pedradas por los niños y expulsadas. También, para hablar de algo que está muy cerca de nosotros, en los países europeos la gente se manifiesta contra la prostitución callejera, dichas manifestaciones se convierten en peleas y agresiones a las prostitutas. Decimos esto, entendiendo que la lapidación por prostitución, lamentable y condenada por nuestra parte, la motiva el acto sexual entre dos personas que no forman pareja y en el caso de Europa, cuando es condenado y rechazado, es porque está considerado prostitución, inmoralidad y un sinfín de expresiones que podemos mencionar al respecto. Es el gen de la tribu escondido en el interior de la “nueva” sociedad, “guiándola” en sus ideas sobre el bien y el mal que, en todo caso, son temas relativos entre / en las culturas.
En los países árabes está pasando casi lo mismo, aunque en ninguno existe esta práctica como tal, la excepción la constituye el Reino Saudí, un reino cerrado y protegido por gobiernos como el de los EE.UU. que veta las condenas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) al gobierno de este país en esta materia, y así como a Israel por violación de derechos humanos.
La situación de la mujer árabe la exponemos detalladamente más adelante, para intentar distinguir la verdad de la mentira en todo lo que se dice sobre ella. Entendemos que la realidad no es la que escuchamos en los países occidentales, donde las noticias son selectivas y donde muchos (medios de comunicación y personas) prefieren ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en suyo propio, comparando situaciones e intentando llegar a conclusiones adecuadas o casi correctas, para progresar en el campo de la defensa de los derechos de la mujer, ensalzándolos como parte de los pilares de la sociedad. Y decimos parte de los pilares de la sociedad, pretendiendo que esto sea un hecho definitivo en lugar de la realidad actual discriminatoria que existe hoy y que algunos pretenden presentarla como el máximo logro que la mujer haya tenido jamás a lo largo de la Historia.
La experiencia de la sociedad árabe es la misma experiencia patriarcal que muchas sociedades han vivido y siguen viviendo. El grado de progreso difiere de un país a otro, y esa diferencia tiene su porqué sin que sea este “porqué” una justificación para no cambiar lo que necesariamente debe ser cambiado.
La mujer árabe está sometida a las mismas “normas” de injusticia social, política y “tribal” que sufren las sociedades del Tercer Mundo, si bien algunos de los problemas a los que se enfrenta son los mismos que sufre la mujer occidental, como la discriminación laboral, la llamada violencia de género etc...
Los componentes esenciales del patriarcado en una sociedad musulmana no son diferentes de los que encontramos en otras sociedades (sean europeas o asiáticas, cristianas, judías o budistas), y la subordinación de las mujeres se manifiesta en diversos aspectos en la estructura inmediata de la familia y el parentesco, en los proyectos de construcción del Estado y en el plano de la elaboración de políticas internacionales. La subordinación es visible, independientemente de si la religión influye o no, puesto que políticas tales como los programas de ajuste estructural, no dejan de tener un impacto sesgado por el género[1].
También hablar de la mujer árabe, sea musulmana o cristina es hablar de la Historia del Mundo Árabe. Pero cuando lo hacemos en su dimensión islamista, hemos de distinguir entre varios aspectos que, mirados desde fuera, parecen similares, pero que en el fondo pueden ser contradictorios o Inter.-cuestionados. Se trata de la historia dialéctica que ha vivido y sigue viviendo el Islam, entre escuelas moderadas y otras salafistas (conservadoras).
Para acercar el tema, podemos decir, en primer lugar, que el Islam no es uno, sino que existen muchos “islames”, siendo cada uno distinto del otro. Asimismo, hay que diferenciar entre el Islam como texto sagrado presentado por el Corán y Al-Hadiz (dichos de Mahoma) y el pensamiento islámico fruto de las polémicas y batalles intelectuales entre las diferentes escuelas y corrientes islamistas.
Los altibajos que ha vivido la sociedad árabo-musulmana y árabo-cristiana se han visto reflejados en la situación política y social de sus poblaciones. A raíz de los mismos, se han generado nuevos conceptos que, a veces, representaban un progreso socio-político, y otras un retroceso. Como ejemplo de esta realidad, podemos observar la cinematografía árabe desde los años cuarenta hasta los años sesenta, para ver cómo estaba la situación social y el papel de la mujer en dicha sociedad. También podemos observar hoy la cinematografía árabe actual, con el mismo fin. En conclusión, podemos descubrir un gran hueco y retroceso no sólo en la situación de la mujer, sino también en la realidad de todas las sociedades árabes, incluyendo en esta conclusión a las minorías árabes de religión cristiana.
Los fenómenos sociales y las “nuevas” ideas que han aparecido desde 1967 ( año de la ocupación total de Palestina y otros territorios árabes por parte de Israel y el inicio de la crisis de la legitimidad de los Estados árabes) son muy polémicos y, en muchas ocasiones, fruto de varios factores. La derrota político-militar y la ocupación de Palestina, acompañadas por un trágico destino al que fueron condenados los palestinos tras la expulsión de su tierra, han puesto de manifiesto que los Estados árabes e, incluso, los Estados musulmanes, no han hecho nada para evitar esta tragedia, ni siquiera sus discursos políticos, camuflados a menudo por una tendencia izquierdista en su momento, han significado una esperanza para el futuro.
De esta manera, los pueblos árabes empezaron a buscar los motivos que les han llevado a la actual situación, intentando recuperar lo perdido y, como siempre, han necesitado una justificación admisible, una respuesta y cuando menos una esperanza para no volver a sufrir otra derrota.
Tras el fracaso, interpretado por algunos sectores como el inicio de una amenaza de existencia religioso-cultural y territorial, se han empezado a promover nuevos discursos políticos entre los gobiernos árabes, cuya legitimidad se ha visto cuestionada por una gran parte de los pueblos árabes. En estos discursos, el Estado comenzaba a renunciar a sus “ideologías” de antes de la derrota, éstas eran de naturaleza laica y con tintas de izquierdismo en su forma, sin más. La derrota y las nuevas alianzas de los países árabes con el Occidente de la OTAN, se vieron marcadas por la situación política mundial, una situación de Guerra Fría en la que se enfrentaban capitalistas y comunistas, o así se pensaba supuestamente.
Los gobernantes iniciaron de esta manera su “nueva” actuación política: un seguidismo ideológico anti-progresista y anti-laico, con el fin de frenar las nuevas corrientes de liberales e izquierdistas que habían empezado a extenderse entre una población anhelante de un cambio de regímenes políticos considerados desleales.
La principal herramienta de los gobiernos árabes fue utilizada en el campo ideológico con el fin de aplastar los deseos de cambio político, democratización y modernización. Para ello se organizó una gran campaña, lenta pero eficaz, cuya finalidad fue el acrecentamiento del conservadurismo entre la población, pretendiendo alejarla del activismo político ocupándola en temas religiosos y obras caritativas. Asimismo, las actividades de las organizaciones islámicas caritativas fueron impulsadas por el Estado para aumentar su influencia en la sociedad.
Con estas políticas los gobiernos árabes garantizaban el silencio de sus aliados occidentales ante las violaciones de derechos humanos, aumentando su poderío y dominación policial en la sociedad. A cambio, el beneficio que obtuvieron los gobiernos occidentales fue tener garantizados sus intereses económicos y geopolíticos en esta zona vital durante su contienda contra el comunismo.
Así, el gran perjudicado de estas políticas de regímenes árabes y potencias occidentales fue el conjunto de los pueblos árabes, sociedades que han perdido el siglo XX. Ha sido una perdida que significaba sacrificar los derechos humanos, la modernización, el cambio político, la democratización y el progreso social. Desde los años sesenta las sociedades árabes perdieron, prácticamente, el tren del desarrollo, quedando estancadas en algunos casos y con retrocesos en otros.
Los triunfadores son los mismos de hoy: las dictaduras y los que las amparan. Los que prefirieron financiar las políticas conservadoras, dejando extender el sentimiento religioso y aumentar la influencia de las organizaciones islámicas para servir sus intereses políticos, no han hecho más que plantar las semillas del nuevo radicalismo y el extremismo religioso. Recordemos que todas las organizaciones radicales que utilizan una interpretación cerrada del Islam, hoy en día, nacieron como escisiones de las grandes corrientes conservadores islámicas controladas y creadas por los Estados para aplastar las iniciativas de liberales y progresistas.
Exponemos todo lo dicho en las últimas páginas, intentando explicar el porqué de la situación que tenemos hoy en el Mundo Árabe. Porque la reacción y el aumento de los sentimientos religiosos no son más que una forma de protesta, de desesperación y búsqueda de salvación en el más allá.
La sociedad árabe se da cuenta cada vez más de la realidad en la que se encuentra. Las nuevas generaciones intentan quemar etapas para volver a colocarse en el tren del nuevo siglo, pero la pérdida del siglo XX les pesa todavía. Y de ahí vienen las contradicciones que podemos observar en la vida cotidiana de cualquier país árabe. Vemos convivir fenómenos que antes no veíamos, vemos resurgir de nuevo deseos que creíamos haber perdido para siempre.
Las mujeres árabes están más en la calle que antes, intentando recuperar su espacio perdido, integrándose en la vida social, económica y política. Los obstáculos son muchos, pero las voluntades se notan en cualquier charla con ellas. El conservadurismo está perdiendo terreno, pero lo hace en la medida en la que podemos imaginar lo que significa el cambio social que, desde luego, siempre es lento y sujeto a los choques y las contradicciones de la vida misma.
No hay que olvidar que la religión es el refugio de las personas. Lo eligieron y lo seguirán eligiendo siempre que no tengan un futuro visible. En este sentido, el Islam militante ha podido, a lo largo de las últimas décadas, extender su influencia dentro de la sociedad, aprovechándose de la crisis política, así como de la pobreza y el fracaso económico. Con su expansión social ha ido generando conceptos, ideologías y sentimientos. La única respuesta a esta realidad es un nuevo planteamiento con el fin de construir nuevas alternativas o apoyar las existentes, en lugar de inventar enfrentamientos con las sociedades árabes y musulmanas.
Apostamos en lo que acabamos de decir porque tenemos que reconocer que los grupos radicales islámicos no gozan de mucha simpatía en la calle, ni tienen una influencia popular considerable. Esta influencia está todavía en manos de las corrientes conservadoras que, en los últimos años, han empezado a modernizar sus discursos políticos para adecuarse a los tiempos.
Este proceso de modernización que desarrollan las corrientes religiosas influyentes, tiene sus orígenes en el cambio de la política de los gobiernos árabes y su nuevo papel tras el fin de la Guerra Fría, el cual creó una nueva realidad que requería revisar la política de apoyo a los movimientos conservadores religiosos.
Ahora algunas de estas corrientes conservadoras con influencia en países, como Marruecos y Jordania, buscan convencer a la población de sus nuevas líneas ideológicas presentadas como moderadoras ya que actualmente aceptan las reglas de la vida política y la convivencia con el sistema existente en los países árabes. Pero decimos moderadoras teniendo en cuenta el marco en el que se desarrolla una modernización religiosa que pretende participar en la vida política del Estado.
A raíz de la situación que actualmente vive el Mundo Árabe, podemos decir que la mujer es una de las víctimas del estancamiento socio-político. Lo sufre en su propia carne de la misma manera que lo sufre el resto de la sociedad. Lo cual nos lleva a indicar que la cuestión femenina árabe no está separada, de ningún modo, de las demás cuestiones de la vida cotidiana de la sociedad y la lucha para recuperar el espacio perdido. Es una lucha plural integrada en el proceso de cambio social y político.
Por otra parte cabe decir que las instituciones religiosas islámicas no ponen ningún obstáculo para iniciar un proceso de modernización ideológica que pueda llevar a un verdadero cambio cultural. Pues el Islam tiene en principio una ventaja sobre el cristianismo, y es la ausencia de clérigos. En este sentido, conviene deshacer un equívoco frecuente en estos tiempos: en los territorios donde el Islam es mayoritario, el poder no ha sido nunca ejercido por los religiosos, puesto que éstos no existen. La excepción es Jomeini, quien provocó una profunda ruptura con la tradición chiíta. Frente a la ausencia de clérigos en el Islam, la Iglesia ocupa un lugar central en el desarrollo del cristianismo, hasta el punto de que en ocasiones ha llegado a imponer una ortodoxia asfixiante. La Reforma tiene lugar en una de esas ocasiones de primacía, y lo que los protestantes proponen es, a nuestro juicio, una revolución religiosa de corte fundamentalista[2].
Esta ventaja que tiene el Islam (la ausencia de clérigo religioso) quizá sea única para poder renovar y modernizar las instituciones religiosas públicas dependientes del Estado. Sería una reforma que daría vía libre a una revisión islámica moderna respecto al papel de la mujer en la sociedad que, a pesar de todo, es importante pero no reconocido.
Reducir la cuestión femenina árabe y musulmana a la vestimenta no es más que ignorancia acerca de la realidad árabe, es un desconocimiento total de los mecanismos de la vida en esta cultura, y además es un paso que no lleva a ningún sitio a la hora de intentar entender la cultura árabo-musulmana.
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* Este artículo es una parte del libro (¿Lapidación? Mujer árabe, Islam y sociedad)
[1] Romina Forti, Observatorio de Conflictos, Argentina.
[2] Georges Corm, ensayista árabe libanés, www.mundoarabe.org
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